<
>

Especial Ley Bosman | Influencer Bosman


Iván Cordovilla

Por

Al lado de todas las reivindicaciones por los derechos laborables que ha habido en la historia, esta tiene una importancia mínima. Sin embargo, dentro de la burbuja del fútbol, posiblemente la Ley Bosman haya sido el mayor punto de inflexión que ha vivido este deporte desde su profesionalización. Este sí fue un hecho histórico y no los récords de Cristiano o los Balones de Oro de Messi.

Bosman peleó por la libre circulación de los futbolistas dentro de la Unión Europea y ganó, facilitando que, en un futuro, el negocio del fútbol se explotase al máximo con sueldos, fichajes y, en definitiva, cifras más altas. Pero curiosamente él se llevó la peor parte y acabó arruinado. En 2015 explicó en una entrevista a la revista Panenka que estaba arruinado, habiendo dejado de recibir cualquier prestación por desempleo y sintiendo un rechazo absoluto por parte de un sector al que tanto impulsó. Bosman fue el único que no se aprovechó de la Ley Bosman. Esto fue lo que ocurrió y estas son las consecuencias que afectaron en su día, que afectan ahora y que seguirán afectando en el futuro.

Para entender su problema, hay que conocer cómo eran los traspasos antes de 1995 y el derecho de retención que tenían los clubes por el que Messi se tiraría de los pelos hoy en día. Esto significaba que los jugadores no quedaban libres al finalizar su contrato, sino que el club de origen podía reclamar un precio por su traspaso. Bosman, en 1990, quiso marcharse del RFC Lieja al Dunkerque. Sin embargo, los belgas pedían un dinero que los franceses no podían pagar y Bosman se quedó sin equipo.

Entonces, el futbolista comenzó una disputa legal que duró cinco años en el Tribunal de Apelación de Lieja. Su argumento residía en el Artículo 48 de los Tratados de Roma de 1957. Los primeros pasos de la Unión Europea. Allí se creó la Comunidad Económica Europea (CEE) y, a través del citado artículo, se establecía la libre circulación de trabajadores dentro de la Comunidad:

Artículo 48

  • La libre circulación de los trabajadores dentro de la Comunidad quedará asegurada, a más tardar, al final del período transitorio. 
  • La libre circulación supondrá la abolición de toda discriminación por razón de la nacionalidad entre los trabajadores de los Estados miembros, con respecto al empleo, la retribución y las demás condiciones de trabajo. 
  • Sin perjuicio de las limitaciones justificadas por razones de orden público, seguridad y salud públicas, la libre circulación de los trabajadores implicará el derecho: a) de responder a ofertas efectivas de trabajo; b) de desplazarse libremente para este fin en el territorio de los Estados miembros; c) de residir en uno de los Estados miembros con objeto de ejercer en él un empleo, de conformidad con las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas aplicables al empleo de los trabajadores nacionales; d) de permanecer en el territorio de un Estado miembro después de haber ejercido en él un empleo, en las condiciones previstas en los reglamentos de aplicación establecidos por la Comisión. 
  • Las disposiciones del presente artículo no serán aplicables a los empleos en la administración pública.

Con esta base legal, Bosman reclamaba su derecho a no ser discriminado por su profesión y pedía retirar aquel derecho de retención vigente hasta la fecha. En consecuencia, también se solicitaba que los jugadores de los países que firmaron el Tratado CEE no tuviesen la etiqueta de lo que en el fútbol se conoce como ‘extracomunitario’. La sentencia pronunciada en una audiencia pública en Luxemburgo el 15 de diciembre de 1995 decía así:

Sentencia del caso Bosman

  • El artículo 48 del Tratado CEE se opone a la aplicación de normas adoptadas por asociaciones deportivas, con arreglo a las cuales un jugador profesional de fútbol nacional de un Estado miembro sólo puede, al término del contrato que le vincula a un club, ser empleado por un club de otro Estado miembro si este último ha abonado al club de origen una compensación por transferencia, formación o promoción.
  • El artículo 48 del Tratado CEE se opone a la aplicación de normas adoptadas por asociaciones deportivas según las cuales, en los partidos de las competiciones por ellas organizadas, los clubes de fútbol sólo pueden alinear un número limitado de jugadores profesionales nacionales de otros Estados miembros.
  • El efecto directo del artículo 48 del Tratado CEE no puede ser invocado en apoyo de reivindicaciones relativas a una compensación por transferencia, formación o promoción que, en la fecha de la presente sentencia, ya haya sido pagada o se adeude aún en cumplimiento de una obligación nacida antes de dicha fecha, salvo para los justiciables que, antes de dicha fecha, hayan iniciado una acción judicial o formulado una reclamación equivalente según el Derecho nacional aplicable.

Su victoria dio ejemplo a otros como Kolpak en 2003 o Simutenkov en 2005. El primero, portero eslovaco de balonmano, luchó por lo mismo que Bosman pero para los países que no estaban en la Unión Europea pero habían firmado el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea (Lituania, Letonia, Estonia, Eslovaquia, República Checa, Polonia, Hungría, Rumania, Bulgaria, Eslovenia, Malta, Chipre y Turquía). El segundo, exfutbolista del Tenerife, recurrió al Acuerdo de Colaboración y Cooperación de 1997 para permitir que los jugadores de Rusia (y en consecuencia de Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Kazajistán, Kirguizistán, Moldavia, Mongolia, Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán) fuesen considerados comunitarios.

Un gran logro para el futbolista (y no sólo el de la Unión Europea), que vio sus opciones multiplicadas, para el representante y para el club rico. No tanto para los clubes de las pequeñas federaciones y, en consecuencia, la pluralidad del fútbol.

Antes de la Ley Bosman, los equipos tenían que apañarse con lo que podían. Si su cantera (o las de su país) no generaban los suficientes talentos como para competir, no podían acudir al mercado y llenar la cesta de la compra de jugadores extranjeros. Y si lo hacían, de poco les serviría porque sólo podían alinear a tres en partido oficial. Uno de los casos más llamativos fue el del Milan en la temporada 1992-93. Aquel año, Capello tenía en su plantilla a Rijkaard, Van Basten, Gullit, Savicevic, Boban y Papin. Debía elegir para cada partido qué tres estrellas se quedaban sin convocar.

A partir de que no se considerasen a los jugadores de países miembros de la Unión Europea como extracomunitarios se abrió un abanico de posibilidades enorme para los clubes. No sólo significaba que podían comprar a los mejores jugadores europeos sin limitaciones, sino que las nacionalidades que opositaban a las tres plazas de extranjeros de cada equipo eran mucho menores. Este detalle repercutió directamente en los sudamericanos, quienes empezaron a salir de Brasil y Argentina en busca de los mejores contratos.

Dest en su presentación con el Barcelona.


Ampliar

Dest en su presentación con el Barcelona.

Así, los grandes clubes de Europa podían saquear a los pequeños sin compasión. Más allá de que ya no hubiese derecho de retención, el poder económico y el estatus de los escudos que llamaban a la puerta era suficiente para convencer a los jugadores de los clubes más pequeños. El caso más paradigmático es el del Ajax de finales de siglo. Meses antes de la resolución del caso habían ganado la Copa de Europa con un once que en 1999 ya se había repartido entre Inter, Juventus, Milan, o Barcelona, entre otros. Este es un hecho que se ha venido repitiendo los últimos veinticinco años. Y eso si hay suerte de que salga un club modesto con una gran generación capaz de plantar cara a cualquiera, porque cada vez es más difícil que ocurra. Con el derecho de retención, los clubes ganaban dinero para seguir invirtiendo en la cantera y poder ofrecer un buen contrato que les retuviese durante unos cuantos años, hasta que alcanzasen la madurez futbolística. Ahora vemos como el Barça ficha a Dest habiendo jugado 38 partidos con Ajax o al Madrid a Varane con 24 partidos en el Lens y a nadie le sorprende. Son los abusones que le quitan el dinero del bocadillo a los más débiles.

Como consecuencia, la élite del fútbol europeo ha cambiado y se puede demostrar fácilmente fijándonos en los campeones de la Champions League antes y después de Bosman. Hasta 1995 se disputaron 39 ediciones y se vieron a diez nacionalidades distintas levantar el título. Desde entonces, en estas últimas 25 sólo ha habido cinco países vencedores y habría que darle una medalla especial al Oporto por conseguir colarse entre las cuatro grandes ligas.

Made with Flourish

Made with Flourish

Obviamente, no sólo se ha reducido el número de ligas campeonas, sino que también el de equipos. Mientras que antes de Bosman hubo veinte campeones diferentes, después sólo ha habido once. Cualquier niño alucinaría si le dijésemos que hubo un tiempo en el que el Nottingham Forest (1979 y 1980), el Aston Villa (1982), el Steaua Bucarest (1986) o el Estrella Roja (1991) podían ser los mejores equipos de Europa.

Made with Flourish

Made with Flourish

Como cada historia, depende del punto de vista desde el que se mire. Y si nos calzamos las botas del canterano o el futbolista medio (la gran estrella jugaría en cualquier club antes y después de Bosman), vemos que cada vez es más difícil hacerte un hueco en la plantilla de los mejores equipos nacionales porque cada vez llegan más extranjeros. Por otro lado, también podías hacer como ellos y salir a equipos de otros países (algunos con grandes contratos, por otra parte). En definitiva, y con los años se ha ido demostrando, se empezó a pagar mucho por buenos jugadores que no tenían por qué ser mejores ni peores que los ya presentes. La frase “pero como no es brasileño…” es un tópico que se ha escuchado habitualmente para poner en valor al jugador español y que, aunque no deja de ser un tópico, en ocasiones es muy cierto. El futbolista se convirtió más que nunca en mercancía en manos de superagentes, fondos de inversión e intermediarios, todos ellos con comisiones altísimas en un mercado de fichajes con cifras cada vez más ridículas.

Una vez creado el establishment del fútbol, este último intentará, como ha ocurrido históricamente en cualquier ámbito de la vida, ser cada vez más grande y hacer a los demás cada vez más pequeños. En definitiva, ampliar las diferencias para asegurar al máximo posible su posición. Cinco años después de la Ley Bosman se creó el G-14, lo que años después se denominaría la ECA.

Desde estos últimos años de siglo XX, el fútbol europeo no ha hecho más que dar pasos hasta la Superliga europea que tanto ronda los periódicos recientemente y se vislumbra como la consecuencia final de Bosman. Incluso en 1998 ya se pudo leer por primera vez eso de una Superliga, propuesta por el grupo Media Partners a la UEFA que no tuvo más recorrido. Pero la semilla ya estaba puesta y esta ECA ha presionado a Johansson, Platini y, por último, a Ceferin para ir modelando una Champions League a su antojo, con la constante amenaza de la creación de una Superliga que deje a la UEFA sin la participación de los mejores clubes del mundo. La máxima competición continental ha cambiado mucho de formato, pero se solía llamar Liga de Campeones porque reunía a los ganadores de todas las ligas europeas. Desde esa idea se ha llegado a la actual, en la que hasta el cuarto de las grandes ligas tiene una plaza asegurada en la fase de grupos mientras que el campeón de ligas como la griega, austriaca, checa o suiza sólo tienen plaza en la fase de clasificación. De esta forma, los mejores clubes de Europa se protegen de una mala temporada asegurándose cada año jugar (y cobrar de) la Champions.

El Estrella Roja celebrando la Copa de Europa de 1991.


Ampliar

El Estrella Roja celebrando la Copa de Europa de 1991.

La hoja de ruta, planeada desde un principio o no, ha sido perfecta. Los grandes roban el interés de los pequeños comprando a sus mejores jugadores y, así, no tienen que competir contra estos pequeños. ¿A quién le hubiese interesado o, más bien, a quién habría ganado el Estrella Roja de 1991 si años atrás el PSG, la Juventus y el Chelsea, por citar alguno, hubiese fichado a Mihajlovic, Savicevic y Prosinecki? Hasta dónde habría llegado el Ajax de 2019 en temporadas posteriores si De Jong y De Ligt hubiesen continuado es una incógnita que el sistema establecido en el fútbol europeo se ha encargado de enterrar. Con la excepción de 2019, no ha habido una final en los últimos once años en la que no estuviese Barcelona, Real Madrid o Bayern. Evidentemente, cada vez más difícil para las pequeñas federaciones, las cuales han dejado de existir en la fase final. Y no es una exageración: en esta última 2019/20, y por primera vez en la historia, todos los integrantes de octavos de final pertenecían a las cinco grandes ligas. Y esta temporada sólo se ha colado el Oporto. Si lo comparamos con la antigua Copa de Europa encontramos que en las finales hubo equipos de hasta trece ligas distintas (Escocia, Rumanía, Suecia, Bélgica, Grecia o Serbia) mientras que en la actual Champions League sólo ha habido finalistas de siete. Quizá el dato más sangrante es que en estos últimos veinticinco años sólo dos equipos (Borussia Dortmund y Chelsea) han conocido lo que es ser campeón por primera vez en su historia.

Raí y Laudrup en la Copa Intercontinental de 1992.


Ampliar

Raí y Laudrup en la Copa Intercontinental de 1992.

Como consecuencia de lo descrito párrafos atrás sobre los sudamericanos, a quienes se les abrieron las puertas de Europa desde 1995, los clubes argentinos y brasileños principalmente han perdido poder. Lo que ha pasado con la Champions League y la Superliga se extrapola desde Europa al mundo entero con la Copa Intercontinental y la Copa Mundial de Clubes de la FIFA. La Copa Intercontinental también ha perdido peso desde la Ley Bosman. Antes, el marcador estaba 20-14 a favor de los sudamericanos. Desde entonces, y considerando Copa Intercontinental y Mundial de Clubes, Europa arrasa 19-6. No se ve un equipo de fuera de Europa ganar el Mundial de Clubes desde 2012. Y la FIFA ya ha llevado esta diferencia al siguiente nivel, creando la Copa Mundial de Clubes de la FIFA que estaba prevista para 2021 pero que se ha aplazado debido a la pandemia. En esta competición habrá ocho clubes europeos (los cuatro últimos ganadores de la Champions y los cuatro últimos ganadores de la Europa League) que será difícil que inviten cualquier club de otra confederación a las semifinales.

A nivel más local, dentro de la Premier League, vimos como hace dos meses se proponía el Project Big Picture, el enésimo intento de abuso de poder de los grandes clubes con los más pequeños, dibujando un escenario en el que el Big Six (Manchester United, Manchester City, Arsenal, Liverpool, Chelsea y Tottenham) tengan un poder de decisión casi absoluto respecto a todos los demás clubes. Parece que la pluralidad en el fútbol cada vez es más complicada y Bosman, con lo que nadie duda que fue su mejor intención, creo sin quererlo el embudo que nos conduce a ver ganar siempre a los mismos.

Etiquetas

Siguiente

Deja tu comentario